¡SALUDOS!

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miércoles, 9 de febrero de 2011

Más tranvía y menos pantano

Opinión publicada el 9-2-2011 en el "Heraldo de Aragón".

Autos, pantanos, despilfarro... ¡y que dure!

El anticiclón concentra sobre las grandes ciudades sus respectivas boinas de malos humos. Así que los ayuntamientos aludidos cambian de ubicación las estaciones que miden la contaminación (incluso en Zaragoza se ha hecho), piden al personal que se deje el coche en casa (lo que casi nadie hace), reducen la velocidad máxima en las vías de acceso y disimulan cuanto pueden antes que arriesgarse a coger el rábano por las hojas y tomar medidas para sacar el auto privado de los centros y ensanches urbanos. Hay mieditis, porque el personal no está para sostenibilidades ni gaitas. Mucha gente se aferra al volante y no lo suelta ni aunque le echen agua hirviendo. ¿Transporte público? ¿Tranvía? ¿Peatonalización? ¿Bicis? Ni hablar. Antes morir respirando veneno que admitir un nuevo modelo de movilidad urbana.
El coche sobra en una ciudad moderna. Todas las grandes capitales europeas han tomado medidas al respecto. Pero España... ¡ufff"! Fíjense en la inquina que algunos vecinos de Zaragoza le tienen al tranvía. Es una plataforma segura, limpia, cómoda, útil, contrastada ¡y que se fabrica aquí mismo! ¡Ah!, pero desplaza al coche, y eso es inaceptable. Los hay que prefieren el autobús, donde cada acelerón, frenazo y acelerón amenazan con partirte la espalda. Y si hay dióxido de nitrógeno o de carbono o de sulfuro, te enciendes un cigarrillo y a disfrutar.
Esto me recuerda la perra que tenemos con los pantanos, lo único por lo visto que nos queda de la memoria de Joaquín Costa. Ahora resulta que Lechago está sin utilizar; el de El Val, parecido; el recrecimiento de Yesa se encarece sin cesar... Y pese a todo los regantes claman por Santaliestra dispuestos a que no quede un solo tramo del Gallego sin embalsar. ¿Estamos locos? Si el coste de los embalses, los bombeos y las obras complementarias ponen el agua a un precio inasumible por los agricultores, a santo de qué este pantanoso delirio. ¿Cómo es posible que se inviertan decenas y cientos de millones en obras inútiles cuando podría haber soluciones mucho más baratas y factibles tanto social como económicamente? Nos va el despilfarro. Pues, hala; que dure.
Artículo de Jose Luís Trasobares

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