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jueves, 1 de febrero de 2007

Nuevo transporte - Nueva ciudad.

Publicado en "La Calle" en Febrero del 2007

EL TRANVÍA: Una solución de vanguardia para el tráfico urbano

La implantación del tranvía en Zaragoza es un proyecto de enorme trascendencia para la movilidad de la ciudad y de gran repercusión en el tratamiento de la escena urbana.
La creación de la primera línea en el eje norte-sur, Parque Goya- Valdespartera, materializará la apuesta por conseguir una ciudad más humana, habitable y saludable, ya que este sistema de transporte está estrechamente ligado a la protección y mejora del medio ambiente, especialmente a la reducción de NO2 y CO2, contaminantes responsables del efecto invernadero. Pero no sólo eso, el tranvía es parte de un ambicioso plan, que engloba también al bus, al metro y a las cercanías para la capital aragonesa. No se trata de un debate excluyente, sino todo lo contrario. Es una apuesta por medios plurales, distintos, capaces de cambiar los hábitos de movilidad de la ciudad, de facilitar un sistema eficaz que incida también en la calidad ambiental y afronte el reto de reducir los contaminantes causantes del cambio climático.
El tranvía es un sistema con capacidad para 200 viajeros por coche, que es el equivalente a 174 turismos particulares. Necesita una plataforma exclusiva y segregada, en la mayor parte del recorrido, que garantiza su velocidad, su frecuencia y sobre todo la prioridad en la circulación. Todas estas características hacen de él un medio fiable, eficaz y muy utilizado por millones de usuarios en todo el mundo. Tras la finalización del periodo de exposición pública del anteproyecto de la primera línea zaragozana, el 12 de febrero, queda pendiente el análisis y estudio de las alegaciones presentadas, previo al encargo del proyecto definitivo. La decisión de implantar el tranvía en el eje norte-sur está avalada por criterios técnicos, que aconsejan optar por sistemas constructivos ágiles, que no afectan al patrimonio del subsuelo ni obligan a hacer frente al freático del río más caudaloso de España. Evidentemente, la ingeniería puede aportar hoy casi todo tipo de soluciones, pero debemos elegir aquellas más racionales y respetuosas con el erario público. Un metro en este sector haría preciso excavaciones de 30 m para instalar la superestructura, con los problemas de mantenimiento, accesibilidad e incluso seguridad en la explotación diaria. Una elección de este signo repercutiría también en los precios del billete, que lo haría inasumible para las instituciones y los ciudadanos.
CONSECUENCIAS La introducción de un nuevo medio de transporte como el tranvía tiene otras muchas implicaciones, más allá de las exclusivamente relacionadas con la movilidad. La primera repercusión es en el terreno de la fisonomía de las calles que atraviesa, ya que antes de su instalación se renuevan y modifican los servicios y, en paralelo, se arreglan las fachadas e incluso, según los modelos, se actúa en las plataformas como improvisados soportes artísticos, como ha pasado en algunas ciudades. Se trata de argumentos puramente estéticos, pero con consecuencias directas en la forma de organizar la ciudad, y por lo tanto en su concepción y funcionamiento. Los detractores del Tranvía dicen que su instalación colisiona con el transporte privado, al que desplaza de los cascos históricos hacia los anillos exteriores de circunvalación. Esta acusación, lejos de serlo, es más bien una de las principales virtudes de este medio de transporte. El sistema urbano ha ido cediendo cada vez más viales, es decir cada vez más superficie, al coche particular y se está agotando. De hecho, en algunos núcleos ha llegado al colapso total. En Zaragoza todavía no se vive una situación tan drástica, aunque se está en ese proceso y será realidad en poco tiempo si no se hace nada para evitarlo. Ya no sirven los parches. Hay que adoptar las decisiones que nos animen al cambio de hábitos. Además de la ocupación de la mayor parte del espacio urbano, los coches son la principal fuente de contaminación acústica de las ciudades y también el foco más preocupante de polución atmosférica. Recientemente, la Unión Europea ha endurecido las normativas sobre emisiones y ha emplazado a todas las grandes ciudades a reducir notablemente sus índices de contaminación en el 2010. Ninguna logrará ese requisito si no aborda en profundidad las cuestiones que tienen que ver con la ordenación de la ciudad y la reducción del número de coches que circulan a diario.
HÁBITOS Cambiar de forma sustantiva la manera en la que nos movemos en la ciudad es, además, la primera condición para humanizar la ciudad, para peatonalizar amplias superficies, especialmente en el Casco Histórico y, por consiguiente, para devolver a los ciudadanos las calles y plazas. Es el punto de partida para optar por otra manera de urbanizar, con criterios de sostenibilidad y alejados de la estampa propiciada con el boom del automóvil. Ningún cambio es fácil y menos los que modifican de forma directa nuestras costumbres, aunque en teoría todos compartimos que la existencia de medios públicos de transporte, capaces, de calidad y puntuales nos harán dejar el coche en nuestra casa. La apuesta por la peatonalización de calles, por ejemplo, generó hondas polémicas en sus inicios, hasta que los hechos demostraron que semejantes decisiones no hundían a estas zonas en el abandono, en la inseguridad o la muerte urbana. Todo lo contrario, estas acciones han provocado un florecimiento de las actividades comerciales y se han transformado en nuevas “ágoras”, donde es posible la reunión, el paseo y el intercambio de opiniones en un ambiente de relajo y proximidad. La decisión de Zaragoza de completar una red de transporte público que se apoye en cuatro puntos fundamentales, bus, cercanías, metro y tranvía es ambiciosa y con suficiente visión de futuro. Muchas otras urbes de España y de Europa compaginan en sus calles distintos sistemas. Algunas, como París, con una potente red de metro, acaba de reimplantar en sus calles el tranvía (con los más avanzados sistemas tecnológicos), como la mejor fórmula de lograr una ciudad habitable y de resolver las demandas de sus ciudadanos y, sobre todo, con una perspectiva de cambio medioambiental. La capital aragonesa puede y debe afrontar este cambio en la organización de la movilidad. Las herramientas están encima de la mesa, y los procesos administrativos en marcha para lograrlo.
Publicado por el equipo de redacción de "La Calle"

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